Hola a todos, continuando con la formación que este mes están recibiendo nuestras hijas en el club, os enviamos este interesante artículo, que viene muy bien a los padres para trabajar estos temas en casa.
*Conseguir que nuestros hijos y alumnos sean
disciplinados y obedientes ha sido siempre un punto central en toda labor
educativa. Hoy en día, es una tarea difícil, incluso podríamos decir que en
determinadas situaciones podemos ver, más que hijos obedientes, padres
obedientes a las sugerencias y caprichos de los hijos.
Todos sabemos hasta qué punto un niño o adolescente puede "tiranizar"
y desajustar la convivencia familiar. Paradójicamente, es difícil que un niño
que haga lo que quiera pueda sentirse feliz y sereno, ya que los niños y
adolescentes como no poseen la experiencia y sabiduría necesarias, por su
propia seguridad deben sentir que sus padres son los que mandan.
Si echamos una ojeada al mundo actual en determinados ambientes parece que el
empeño de muchos es poner el acento en la necesidad de libertad de los niños y
adolescentes. Tal necesidad es algo en sí mismo incuestionable, puesto que sin
libertad no puede desarrollarse una persona, ni mucho menos alcanzar su
madurez.
Sin embargo, se hace patente que de tanto querer "liberar" a los
hijos de la "opresión" de sus padres, se ha llegado a la situación
contraria: un abuso de libertad que roza los límites del libertinaje. Se les
deja hacer lo que quieren " lo que les apetece", y todo aquello que se
oponga a los deseos espontáneos de los niños - léase normas de la sociedad,
autoridad paterna, etc.-. es tachado incluso por la literatura del momento o
las películas de las series que tanto les gustan como "condicionamiento
asfixiante" o "Represión autoritaria".
Se ha descuidado otro aspecto no menos importante de la educación que es la
necesidad de seguridad, sobre todo en periodos claves del desarrollo como son
la infancia y la adolescencia. En efecto, es un noble empeño querer la libertad
de los hijos, pero hay que darse cuenta que le es indispensable un mando, unas
reglas fijas, una obediencia porque también necesitan sentirse seguros frente
al medio ambiente que les envuelve.
Por otro lado, nuestros hijos estarían haciendo un triste uso de su libertad si
no se dieran cuenta que junto a la suya propia se encuentran las libertades de
los demás, padres, hermanos, amigos, profesores, etc…merecedoras también de
respeto.
La razón es sencilla y responde a una filosofía equivocada.
Hace pocas generaciones a los niños no se les otorgaba la libertad de
expresarse y de mostrar su individualidad, lo que respondía a modelos de
educación autoritaria, a los niños no se les permitía compartir el mundo adulto
en la misma medida que ahora lo hacen.
Más tarde, patrocinado por el americano Benjamín Spock se pasó al otro extremo,
comenzó una etapa en la educación que tenía como panacea la permisividad,
basándose - influidos por las teorías psicoanalíticas - en que a los niños no
debían inhibírseles por las frustraciones y traumas que podrían sufrir, así se
pasó a "laissez faire" excesivamente idealista malentendiendo la
libertad e independencia y que llena las consultas psicológicas de niños
inseguros y con baja autoestima.
El propio Benjamín Spok reconoció que el aumento de la delincuencia en Estados
Unidos se debe a la falta del ejercicio de la autoridad por parte de los
padres.
La necesidad de autoridad está pues más que comprobada. Transigir en este
terreno es hacer un flaco servicio a la formación de nuestros hijos, tampoco
resulta eficaz repetir machaconamente "en nuestros tiempos era
distinto". La transigencia pone a los chicos en una situación difícil y
desorientada, se sienten como flotando.
Es verdad que los tiempos han cambiado, las circunstancias familiares también y
la sociedad a la que se están enfrentando nuestros hijos no digamos. Por tanto
creo que se impone una nueva reflexión sobre qué es la obediencia y cómo
adaptarla a nuestros días.
La obediencia reflexiva supone sumisión del propio juicio, que no se hace por
temor al castigo sino porque el sujeto actúa por convencimiento y lealtad. Es
la auténtica y deseable obediencia, porque se trata de "aceptar asumiendo
como decisiones propias, las de quien tiene y ejerce la autoridad, con tal de
que no se opongan a la justicia".
Por ejemplo, si mandamos a nuestro hijo ordenar su cuarto no sólo lo hará, sino
que pensará la mejor forma de hacerlo. Este es el tipo de obediencia que
debemos fomentar.
Otra cuestión que debemos tener en cuenta al educar a nuestro hijo es que no se
trata de que sea obediente porque sí, que haga lo que le decimos porque yo lo
mando. La obediencia no es un fin en sí misma sino un medio para alcanzar un
fin, que es la formación de su propia personalidad, de su carácter. La obediencia
es una virtud y como todas las virtudes son medios para alcanzar metas
superiores. Al educar en la obediencia educamos el tan deseado autocontrol, la
lealtad, la sinceridad, la humildad, el saber mandar, la responsabilidad, etc.
Podríamos preguntarnos ¿Cómo?¿Qué tiene que ver la obediencia con el
autocontrol? Nuestros hijos serán y deben ser cada vez más autónomos, más
libres, ello implica que sepan discernir qué cosas les ayudan a crecer como
personas y qué otras no - labor fundamental de la formación de la conciencia -
pero difícilmente seguirán los dictados de su conciencia si no han sido
disciplinados en la obediencia, se dejarán llevar fácilmente por los múltiples
estímulos que hoy les ofrece la calle.
Influirá también en su sentido de la responsabilidad, tanto en su estudio como
en sus obligaciones familiares y sociales, no hay responsabilidad si no se ha
aprendido a obedecer. También favorece la humildad, el soberbio está
incapacitado para obedecer y es tiránico a la hora de mandar por la exaltación
de su propio yo, difícilmente se someterá a la autoridad, para saber mandar hay
que saber obedecer. Y así el resto de las virtudes humanas que se encuentran
como en un racimo de uvas, cuando tiramos de una vienen detrás las demás.
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